El Plan El Salvador Seguro da más valor a los delitos contra el patrimonio que a los delitos contra la vida. Eligió 50 municipios donde se concentra el 60 % de la población, para afrontar la inseguridad. Sin embargo, esos municipios no son los que desde 2010, presentan altas tasas de homicidios.
El Plan El Salvador Seguro se ejecuta en los municipios con puntos azules; en los municipios rojos hay altas tasas de homicidios que el plan ignoró.
-Sí, aquí vivió Josué. Lo dice la abuela del joven en un cuarto de adobe y tierra, que sirve para todo: dormir, cocinar y llorar. Aquí vivió Josué. Aquí, con el cuaderno sobre un taburete de madera desvencijado hizo sus tareas, molestó a su hermana y varias veces dijo “abuela, al suave”, cuando lo regañaba. En el patio, descalzo y sin camisa, rajó leña, jugó con el perro y correteó a las gallinas. Hasta aquí llegó, golpeado y tembloroso, con la ayuda de un mototaxista que lo encontró perdido en un camino vecinal.
Josué venía de visitar a una amiga en el caserío Tamera, del cantón Hualama, en el municipio de Chapeltique, cuando unos hombres con trajes camuflados lo detuvieron, le ordenaron desnudarse, lo torturaron y le gritaron:
-¡Corré! ¡Corré lo más que podás, hijueputa! ¡No regresés, porque si regresás te vamos a matar! Josué, su hermana y su madre denunciaron lo ocurrido ante la Procuraduría para la Defensa de Derechos Humanos. Dos semanas después, Josué fue a ver a otra de sus amigas. Esta vez, lo detuvieron unos hombres de traje azul oscuro y placa a un costado. Le dispararon y lo abandonaron.
A los minutos, un carro patrulla de Chapeltique lo encontró malherido y lo llevó al hospital San Juan de Dios de San Miguel, donde su madre y su hermana llegaron demasiado tarde. Josué había muerto.
En el centro escolar donde el joven jugaba al fútbol, también dibujaba garabatos fingiendo tomar apuntes y siempre se distraía en la clase de matemáticas. El director asegura que los estudiantes son tranquilos, que ninguno es pandillero. Pero en los baños de la institución, sin ninguna censura, se lee: “MS”.
-Si uno no se mete con nadie, no le pasa nada. Habla Carlos, un joven que trabaja en la alcaldía municipal y se siente seguro en el casco urbano de Chapeltique. Él cree que “donde es crudo es en los cantones”. Un docente que no será identificado por seguridad coincide con él. El cantón Los Amates, y los caseríos Los Zelaya y Papalones “son lugares a los que usted ya no se puede meter”. Lo mismo ocurre con los caseríos Pajigua Arriba y Pajigua Abajo, en Morazán, entre Chapeltique y Guatajiagua. “En toda esa zona usted ya no se puede ni asomar. Si entra con el vehículo y los cipotes (pandilleros) están en bicicleta y lo ven… usted tiene que parar o irse por otra calle”. Entre los lugares donde dicen los habitantes que no se puede entrar no está El Rodeo, el solitario cantón donde vivía Josué antes de ser asesinado.
Para la Organización Mundial de la Salud una tasa de 10 homicidios por cada 100 mil habitantes es una epidemia. En Chapeltique esa tasa ha crecido y decrecido drásticamente en un lapso de 6 años. En 2011 fue de 70; en 2013 y 2014, de 35; y en 2016, de 226. Mientras que la tasa de asesinatos de niños y adolescentes en 2016 fue de 87 por cada cien mil habitantes. En Chapeltique asesinaron a un menor de edad en 2014, a ninguno en 2015 y en 2016 a diez.
Pese a ello, ni Chapeltique ni otros municipios con altas tasas de homicidios fueron incluidos en el Plan El Salvador Seguro. Este plan, creado por el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia, eligió 50 municipios para activar un plan de seguridad como respuesta ante la epidemia de violencia que dejó el año más violento para El Salvador, después de la guerra: 2015, el cual dejó 6,670 homicidios.
La calle que lleva desde el casco urbano de Chapeltique hasta El Rodeo es la misma que va hacia Sesori. Una calle de asfalto que se corta abruptamente cuando se intercepta con el desvío al cantón y se convierte en un camino agreste que parece llevar a ningún lado. Ahí, en una encrucijada está un vendedor de cocos, quien se ríe ante la pregunta de si sabe dónde vivía Josué. Señala un camino aún más estrecho. Sus gestos hablan: por esta vez se puede entrar a su cantón sin el peligro de no salir. El camino lleva a la champa de adobe desde donde habla la abuela. La hermana de Josué agrega: “Tenía amigos… ya sabe... pero pandillero no era”.
Aquel 18 de septiembre de 2016, pasaban unos minutos de las seis de la tarde cuando Josué esperaba el bus en el desvío a Tamera. “Nos llamaron, nos dijeron que estaba mal que lo habían baleado los agentes policiales, la patrulla de Sesori. Lo hallaron y, supuestamente, lo dejaron tirado, después apareció otra patrulla y lo recogió, y se lo llevaron para el hospital”. Josué murió casi instantáneamente. “Hubo testigos de que ellos (los policías) fueron y había más; porque, al inicio, lo habían amenazado esos agentes policiales unas tres veces”.
Al entierro de Josué asistieron algunos profesores y amigos. Uno de ellos relata a El Diario de Hoy que la madre de Josué llevaba una camisa grande donde se leía “MS 13” y que detrás de ella iba un grupúsculo de jóvenes que parecían apoyarlo. “Cuando vi eso, me fui”.
A Josué lo asesinaron a los 16 años. Nunca estuvo ante un juez que lo declarara inocente o culpable de algún delito, pero fue amenazado varias veces. Cuando lo asesinaron no portaba arma de fuego, solo quince dólares y un celular Go Mobile.
En hombre predica en el parque municipal de Chapeltique: "¡Salva a Chapeltique, Señor!" Mientras dos niños le oyen sentados en un columpio.
Algunas casas en Chapeltique han sido marcadas por la Mara Salvatrucha. Sobre la "MS" hay mensajes como: Jesús o "Dios te ama. Arrepiéntete".
La casa de adobe y tierra donde Josué, descalzo y sin camisa, rajó leña, jugó con el perro y correteó a las gallinas, antes de ser asesinado.
Una fuente interna de la Policía confirma que una de las líneas de investigación apunta a que los probables asesinos de Josué son policías; pero un año y medio después del crimen no se han recabado pruebas que confirmen esta hipótesis. Además, la investigación no ha avanzado pues la madre de la víctima no se presentó a declarar. Ella y el hermano menor de Josué emigraron hacia Estados Unidos después del crimen. Aquí, en la champa, solo quedan su hermana y su abuela.
Emigrar, en Chapeltique, es sinónimo de huir. El centro escolar donde estudiaba Josué inició este año con 307 alumnos y lo terminó con 270, es decir, hubo una deserción del 10 % de los alumnos. El director explica: “Tenemos alumnos que han huido a Costa Rica, Honduras, Guatemala y Estados Unidos (...) Aquí los cantones están casi deshabitados porque a la gente le dicen que tiene que irse”.
Los docentes no se escapan de esta amenaza: “Es que, si usted se va a salir de esos cantones, no debe decirle a nadie. Algunos profesionales de acá sacan un vestidito, un pantalón, una cartera como que vienen a trabajar y van almacenando, almacenando”. El director revela incluso que, no responden los sondeos de criminalidad que les envía el Ministerio de Educación. Temen represalias. [1]
Los habitantes de Chapeltique cubren las manchas que deja la Mara Salvatrucha en sus hogares.
Un estudiante dibuja garabatos en su cuaderno. Estos jóvenes no tienen atención del Estado.
Sin censura el mensaje en un sanitario de escuela pública.
Los municipios escogidos para el Plan El Salvador Seguro no son los más violentos de acuerdo con las tasas de homicidios por cada 10 mil o 100 mil habitantes, aunque estos sí requieran de medidas de seguridad. Esos municipios fueron elegidos con base en el Índice de Riesgo, Vulnerabilidad y Amenaza (IRAV) que consiste en 14 indicadores de violencia agrupados en homicidios; violencia intrafamiliar y desapariciones; población que vive en vulnerabilidad alta y extrema, según el Mapa de Pobreza Urbana; y robos y extorsiones.
Quienes formularon el Plan El Salvador Seguro rechazaron las tasas de homicidios que reflejan el impacto de la violencia en los niños, jóvenes y demás población de municipios vulnerables, como Chapeltique en San Miguel o San Francisco Javier en Usulután. Lo hicieron bajo el argumento de que, con las tasas, los hechos de violencia en los municipios con poca población pueden resultar sobreestimados. Sin embargo, no es lo mismo 50 asesinatos en el municipio de San Salvador que tiene un aproximado de 320 mil habitantes, que 26 homicidios en Chapeltique que solo tiene 10,000 habitantes.
Además, el plan da mayor peso a los delitos contra el patrimonio que a los delitos contra la vida. Los robos y las extorsiones tienen un peso 52 % mayor, que los homicidios y los feminicidios. Quienes crearon el Plan El Salvador Seguro optaron por el cálculo de medias ponderadas, una medida estadística que exige valorar con pesos los principales problemas de violencia en el país, pero el Plan El Salvador Seguro no incluyó a las pandillas como un problema de inseguridad; ni la Mara Salvatrucha ni el Barrio 18 aparecen en estos indicadores de violencia.
Para Carlos Carcach, doctor en Econometría y máster en Estadística, la metodología usada para elegir los 50 municipios del Plan El Salvador Seguro es errada. Él considera que 2014 no era el año indicado para tomarlo como base del problema de violencia. Para ello debieron analizar el comportamiento de los indicadores de violencia no solo de 2014, sino de varios años atrás: “Habría sido mejor tomar en cuenta los datos desde 2011 antes de la tregua". Carcach opina que “el Plan debe implementarse en todas partes”.
Chapeltique supera lo que la OMS considera una epidemia de violencia. Víctor Manuel Martínez era vigilante del Instituto Nacional de Chapeltique. El 17 de octubre de este año fue asesinado a unos 50 metros del instituto, por no permitirle a los alumnos el ingreso de droga. Los maestros lamentan la situación, no solo por ellos, sino por los jóvenes que no se involucran con pandillas y terminan acorralados y asesinados: “Tenemos tres niñas que no están viniendo ya... a una de ellas la fueron a buscar al mesón donde vivía; a la otra la amenazaron. Lo que vamos a hacer es promediar el tercer período como si fuera el cuarto, porque son buenas… las tres son menores de edad. Es que aquí está caliente”.
La hermana de Josué no será identificada en el reportaje, pues cree que en Chapeltique la vida no está garantizada. No por las pandillas, sino por la policía. - Los policías ya tenían tachado quiénes éramos nosotros. - Y ¿quiénes son ustedes? Calla por unos segundos. - Supuestamente que tenemos algo que ver con las pandillas… - ¿Y no es así? ¿Josué no era pandillero? Más silencio… - Sí, lo era. Pertenecía a los Sailor Locos Salvatruchos. Los Sailor Locos Salvatruchos o Marineros son una clica de la Mara Salvatrucha que surgió en San Miguel y ahora, ha logrado asentarse incluso en Washington, Estados Unidos.
La hermana de Josué asegura que, aunque Josué era pandillero, no era un asesino. “Nunca llegó a ese extremo, quizás estuvo a punto, pero no”.
Josué entró a la pandilla a los 12 años. Lo asesinaron a los 16. Cuando se lanzó el Plan El Salvador Seguro, Josué ya tenía 3 años de ser pandillero. Chapeltique, donde vivía, no fue incluido en el plan. Este municipio resiente el abandono del Estado; la seguridad está a cargo de ocho policías y la clase de Educación Física es la única forma en que las escuelas, como el Centro Escolar Eliseo Henríquez, previenen la violencia.
Los estudiantes que viven en los cantones y que estudian en el instituto nacional, no se atreven a caminar las dos cuadras que los separan del parque. Sentados en una banca y sin salir, esperan a que el bus se aproxime a ellos, o están con la pandilla o serán asesinados.