En los últimos doce años, un promedio de 5 mil hectáreas de bosque y maleza han sido consumidas por el fuego. Esto, además de contaminar el ambiente, acaba con la vida de animales silvestres, cada vez más escasos en El Salvador.
Este es un especial de la Unidad de Datos de El Diario de Hoy que evidencia cómo los salvadoreños son quienes queman sus propios bosques y los pocos recursos que tienen los guardabosques para impedir que los incendios se multipliquen.
Un promedio anual de 5,124 hectáreas de bosque y maleza han sido consumidas por el fuego en los últimos doce años. En ese lapso, La quema de 61,496 hectáreas, contaminó el ambiente, acabó con la vida de animales silvestres y quedó en la impunidad.
Por Liseth Alas
Tres años han transcurrido desde que un incendio consumió parte del bosque del cerro El Candelero. Jorge Portillo aún recuerda cómo su hermano, bomberos, soldados, pobladores y él mismo lucharon por apagar las llamas.
“(Mi hermano y yo) nos quedamos encerrados en una loma por el fuego que venía, nosotros estábamos apagando (las llamas), cuando de repente apareció el fuego y nosotros en medio. Tuvimos que subirnos al cerrito que ya se había quemado, porque ahí ya no nos quemábamos, pero el humo si más nos asfixia”. Ellos no tenían equipo de protección contra incendios; pues, en esos casos, “los únicos que andan equipados son los bomberos”.
El Candelero es una de las zonas boscosas del municipio de Dulce Nombre de María, en el departamento de Chalatenango, donde han ocurrido siniestros los últimos 12 años, según el registro de incendios forestales y en maleza seca que el Cuerpo de Bomberos de El Salvador proporcionó a la Unidad de Datos de El Diario de Hoy.
“Si usted viniera cuando acaba de pasar un fuego le dieran ganas de llorar al ver todo esto quemado en ese momento”, afirmó Portillo, quien junto a su hermano labora como agente de la Agencia Forestal de Dulce Nombre de María del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).
De acuerdo con datos de Bomberos, entre 2006 y 2017 el fuego consumió 61,496 hectáreas con árboles, cultivos y maleza seca en El Salvador. En esos años la entidad de socorro, en algunos casos con apoyo de otras instituciones y de lugareños, ha batallado contra mil 658 incendios en el país.
De esos siniestros, 74 ocurrieron por descuido, 701 por causas desconocidas, 879 fueron provocados, 2 por un corticircuito, uno fue propagado por “fuertes vientos” y uno más por la explosión de un globo aerostático.
El Niño visitó El Salvador tres años consecutivos, entre 2014 y 2016. Cuando este fenómeno climático visita la región el número de incendios forestales y de maleza crece, según los técnicos. Pero, sin Niño o con Niño, los incendios no cesan, según las autoridades, porque los incendios provocados ocurren una y otra vez sin que los culpables sean identificados ni castigados.
Un conato de incendio ocurrió el 3 de noviembre de 2017 en este bosque de pino del sector Sumpul de Chacones, en San Francisco Morazán, Chalatenango, según agentes de la Agencia Forestal de Dulce Nombre.
Aunque la época lluviosa en 2017 no se vio afectada por El Niño, el año pasado hubo 9,816 hectáreas quemadas, convirtiéndose en el año con más hectáreas consumidas por el fuego desde 2006. El segundo lugar lo ocupa 2013 con 9,566 hectáreas incendiadas y el tercero 2015 con 8,976.
“La humedad del suelo en marzo del año pasado, bien recuerdo el dato, era de 4 o 5%, cuando para un periodo normal con lluvias normales teníamos que tener 12% o 15%. Esa diferencia hace que un poco de impulso de la gente, con fosforito, logra un incendio fabuloso en cuestión de minutos… Esto tiene que ver con la gente desafortunadamente”, detalló el gerente de Áreas Naturales Protegidas del MARN, Javier Magaña.
“Ya sea por accidente o por intención, pero siempre sigue siendo el factor humano el responsable de la cantidad de incendios que se generan en nuestro país…”, lamentó el subdirector de Bomberos, Baltazar Solano.
Las causas que los originan son varias, entre estas la caza de animales silvestres, la extracción de miel, las colillas de cigarro, la quema descontrolada y “hasta el accionar de las pandillas”, manifestaron las autoridades.
En el caso del municipio de Dulce Nombre de María, entre abril de 2006 y abril de 2016, hubo 30 incendios que consumieron 3,996 hectáreas de vegetación. Cuatro de esos siniestros arrasaron con 1,100 hectáreas de maleza y el resto con 2,896 de bosque.
En esta jurisdicción la cacería, las colillas de cigarro y la quema agrícola son las principales causas de los incendios, dijo el agente forestal.
Dulce Nombre de María ocupa el tercer lugar de los municipios del país donde los incendios forestales han consumido más vegetación en los últimos 12 años, revela la base de datos proporcionada por Bomberos. El primer lugar lo ocupa San Vicente con 5,579 hectáreas quemadas y el segundo Tecoluca con 4,241.
Dulce Nombre de María pertenece al departamento de Chalatenango, el cual encabeza la lista de incendios forestales y de maleza seca en El Salvador con un total de 12,894 hectáreas dañadas por el fuego entre el 2006 y el 2017.
Solo en el cerro El Candelero han ocurrido cuatro incendios a lo largo de 12 años. El último fue atendido el 8 de marzo de 2015 y consumió mil hectáreas de pinos, árboles de roble y cafetales, según el registro de Bomberos. Sin embargo, el equipo de la Agencia Forestal de Dulce Nombre de María indicó que la cantidad de área dañada habría sido de 561 hectáreas, entre bosque y pastizal. El fuego inició el 6 de marzo y se necesitaron tres días de trabajo para extinguirlo.
Independientemente de la cantidad de hectáreas incendiadas, el biólogo Néstor Herrera considera lo ocurrido como un daño severo al medio ambiente y a su entorno: “Sean 100 hectáreas o mil es un daño grandísimo lo que sucede en este país, porque los bosques son pocos, o sea como se quiera ver a nivel de todo El Salvador o por un municipio, como en el caso de Dulce Nombre de María, aún así el daño es considerable”.
Durante una visita de campo a El Candelero, el pasado 11 de enero, se constató que la mayor parte de la zona boscosa dañada desde aquel incendio de marzo de 2015 se ha restaurado, aunque eran notorios algunos troncos quemados y pinos que sobrevivieron al siniestro.
Herrera explicó que, en el caso del bosque de pinos, el fuego acelera la regeneración, pero aclaró que eso no significa que se deba incendiar intencionalmente este tipo de bosques.
“También encontramos un montón de daños en árboles maduros. Mi percepción fue que una parte de árboles maduros estaban lacrados, dañados por la recurrencia de los incendios. Sí había mucha regeneración de árbol joven que va a poder ser aprovechable, dentro de 30 o 40 años, pero el árbol que ahorita podría haberse aprovechado y que generará, digamos, un ingreso al propietario al generar madera, ese árbol está dañado por la recurrencia de incendios”, explicó.
En 2017 esa jurisdicción del departamento de Chalatenango no figuró en la lista de incendios, según se constató en el consolidado de Bomberos. De acuerdo con Jorge Portillo, de la Agencia Forestal, en la zona se implementan una serie de medidas con apoyo de la municipalidad y los pobladores, quienes integran las “brigadas rurales contra incendios”.
“La alcaldía ha contratado unos empleados como vigilantes, en época seca. Los ponen en puntos estratégicos, como guardias forestales, cuando hay incendios ellos avisan a la municipalidad y de ahí se coordina”, afirmó Portillo.
Aseguró que como Agencia Forestal toman medidas estrictas para autorizar la tala de árboles para que sea utilizada su madera.
Jorge Portillo, de la agencia Forestal del MAG en Dulce Nombre de María, señala la zona afectada por el incendio que consumió parte del bosque del cerro El Candelero.
Provocadores de incendios impunes
Pese a que provocar un incendio con severos daños se convierte en un delito estipulado con tres a seis años de cárcel, según los artículos 258 (sobre depredación de bosques) y 265 del Código Penal (sobre incendios), dar con el responsable de causarlo “es complicado” por falta de testigos y pruebas. En la mayoría de casos, aunque los afectados conozcan quien es el hechor optan por callar y no denunciar, concuerdan las autoridades.
“Aquí en Dulce Nombre de María nunca se ha sancionado a nadie; se levantó un juicio a un agricultor, pero como no hubo pruebas... Es bien difícil sancionar a una persona porque nunca nadie quiere declarar”, dijo el técnico de la Agencia Forestal.
De esa manera, frente a la cifra alarmante sobre este tipo de hechos los casos en investigación y los que se ha abierto un proceso, ya sea en un juzgado penal o en uno de Medio Ambiente son escasos. Las razones las expuso el jefe de la Unidad de Medio Ambiente de la Fiscalía General de la República (FGR), Juan Miguel Juárez, quien habló de algunos hechos puntuales que registra el ministerio público.
“Todo el mundo sabe quiénes son los hechores, pero en estos casos la gente no quiere denunciar por (el) alto índice y flagelo de la delincuencia. Le estoy dando respuesta a esa cuestión que usted me dice que por qué es bien bajo (número de casos sobre el delito de incendios) y las causas fundamentales son esas… Últimamente han estado involucrados hasta pandilleros, ya con hechos concretos”, señaló el fiscal.
Incluso, el MARN calificó de conflictiva el Área Natural Protegida La Joya, en San Vicente, donde su personal ha reportado problemas para apagar incendios por el acecho de pandillas.
El fiscal, además, afirmó que otra de las debilidades con las que cuenta la FGR en su trabajo es la falta de peritos de la institución, por lo que deben apoyarse con expertos de la Policía, Bomberos, el MARN o el MAG, quienes “tienen sus propios compromisos institucionales”.
“La clave es tener testigos y tener un peritaje, de haber hay muchos casos (de incendios forestales), pero la gente no quiere responsabilizarse por temor a decir que ha presenciado incendios”, añadió.
Entre los casos que tiene documentados la FGR está uno que ocurrió en 2016, el cual afectó a un asilo, ubicado sobre el kilómetro 51 y medio de carretera Litoral, en la playa El Amatal, cantón San Diego, departamento de La Libertad.
El fiscal Juárez indicó que el incidente sucedió por prender un cañal, el fuego se propagó hacia el hogar de adultos mayores, donde habían aproximadamente 200 personas, algunas afectadas por el humo. Señaló que en ese caso hubo testigos que denunciaron al responsable, por lo que el caso se judicializó. Al final, las partes involucradas lograron conciliar y el Juzgado de Sentencia de La Libertad determinó que el sospechoso debía cancelar dos mil 500 dólares y acordó el compromiso de no seguir quemando el cañal y a reforestar.
Otra demanda se presentó el 17 de agosto 2017 ante el juzgado ambiental por un incendio en la reserva de Biosfera El Trifinio, en el sector de Chalatenango. Dos personas estaban siendo procesadas por quemar cultivos.
Mientras, en enero de este año, tres personas fueron detenidas tras supuestamente quemar árboles de laurel en el caserío Mil Cumbres, municipio de Panchimalco, al sur de San Salvador. Los sospechosos fueron denunciados y capturados inmediatamente, dijo el fiscal. La diligencia la analizaba un juzgado de Paz de esa jurisdicción.
Por su parte, Magaña, del MARN, consideró que con la creación de los Juzgados Ambientales se ha logrado sancionar a algunas de las personas infractoras, aunque no contaba con una cifra concreta de casos.
“Hay procesos pendientes que esperamos que tengan medidas cautelares, en donde el juzgado (ambiental) determine lo que se debe hacer para resarcir el daño o que pase a una siguiente fase penal”.
Marzo, el mes en que se multiplican los incendios
El mes en el que se incrementa el número de emergencias por incendios forestales es marzo. En esa fecha entre 2006 y 2017 el fuego consumió 33,641 hectáreas. El segundo mes en el que más ocurren incendios es febrero, que acumula 13,337 hectáreas quemadas; le sigue abril con 9,192 hectáreas.
A parte que el tercer mes del año se caracteriza por el incremento de calor, Magaña, del MARN, expuso que esa tendencia se debe a que en marzo coinciden dos hechos: la zafra, que incluye la quema de la caña, y la preparación del suelo para la siembra de temporada. “Como ya en abril o mayo va a empezar a llover, la gente empieza a quemar para sembrar maíz y todavía tenemos caña quemándose, por eso es que se dispara”.
Pero, el fiscal Juárez va más allá al cuestionar que hace falta más compromiso por parte de las autoridades competentes que por mandato de la Constitución de la República y la Ley General de Medio Ambiente son las responsables de “la protección de los recursos naturales” y mencionó que en el país hace falta aplicar “los principios de prevención y precaución”. Asegura que ha hecho el planteamiento en la Comisión Nacional de Incendios Forestales (CNIF).
“No nos engañemos es una responsabilidad de todos, nosotros somos los malos de la película como fiscales, es nuestro rol, sería de aplicar ese principio y serían menos los incendios”, destacó.
“Deben ordenar al sector agropecuario, en el sentido de prohibir rotundamente la quema, porque eso no es cultural que le dañen la propiedad a uno”, añadió.
Desde lo alto del cerro El Candelero, en Dulce Nombre de María, se observa la regeneración de pinos combinados con otros que soportaron las llamas que arrasaron el lugar en marzo de 2015.
Sin un registro unificado de incendios forestales
El país carece de una base de datos completa sobre incendios forestales, pues distintas instituciones estatales manejan sus propias estadísticas.
La Comisión Nacional de Incendios Forestales (CNIF) esta integrada por el Cuerpo de Bomberos, el MAG y la Fiscalía General de la República, así como los ministerios de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Gobernación, Defensa, Turismo y Justicia y Seguridad.
Bomberos, institución que forma parte del Ministerio de Gobernación, recopila datos sobre estos hechos. Esta información es incluida siempre y cuando Bomberos haya atendido la emergencia. Fuentes de esta institución de socorro explicaron que en su registro solo se incluyen los siniestros que han consumido cinco hectáreas o más.
“Sin duda, habrá algunos otros (incendios forestales y maleza) que los atiende la población o alguna otra entidad y que no están en este registro, podría ser que los extingan guardaparques o guardabosques de las zonas protegidas o de alguna finca (y) que no se reporte a Bomberos, porque puede ser un incendio de menor magnitud”, manifestó el subdirector de Bomberos, Baltazar Solano.
El Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) también lleva su propio registro sobre estos incidentes, pero solo relacionados a las Áreas Naturales Protegidas (ANP), las cuales por ley le corresponde resguardar. La cartera de Estado cuenta con guardarrecursos que, según las autoridades, están capacitados y equipados para extinguir incendios. Sin embargo, cuando estos se salen de control necesitan el apoyo de bomberos, pobladores y personal del Sistema de Protección Civil.
Se solicitó a la Oficina de Información y Respuesta (OIR) del MARN los datos sobre los incendios ocurridos en las Áreas Naturales Protegidas entre 2006 y 2017, pero dicha cartera solo tiene estadísticas del 2012 al 2017, la cual fue proporcionada.
Otra de las entidades de gobierno que durante la recopilación de información se nos dijo que podrían llevar registro sobre siniestros forestales es el MAG, a cuya Oficina de Información y Respuesta (OIR) también se pidió esos datos no obstante, esta aclaró que le corresponde a Bomberos y remitieron la petición al Ministerio de Gobernación al señalarla “como fuente de información de la CNIF”.
La base de 2006 hasta 2017 enviada por la OIR el pasado 27 de febrero es la misma que había brindado actualizada el Cuerpo de Bomberos a inicios de enero, la cual retoma información general de los incendios en el país.
Contar con un registro unificado podría probablemente ayudar a detectar cuáles son las zonas que año con año se queman para tomar planes preventivos e ir preparando un presupuesto que se adecúe a la emergencia, afirmó Herrera.
“Es preocupante que haya esa constante recurrente diferencia entre las instituciones que manejan la información o los datos”, comentó.
El biólogo considera que esta información, de estar completa, serviría para cuantificar las pérdidas y el riesgo en el que se encuentra las viviendas, los puentes y las carreteras cercanas a las zonas donde ocurren los siniestros. “Esto no se sabe porque los datos son contradictorios entre las mismas instituciones que trabajan en el sector y que tienen una mesa de control de incendios”, señaló el biólogo.
" Si usted viniera cuando acaba de pasar un fuego le dieran ganas de llorar al ver todo esto quemado en ese momento "
afirma Portillo, quien también es el encargado de la Agencia Forestal de Dulce Nombre de María del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).
Hectáreas incendiadas entre los años 2006-2017
Las áreas consumidas por los incendios forestales y de maleza se duplicaron entre 2009 y 2017. El biólogo Néstor Herrera considera que esto no implica que hayan ocurrido más incendios que antes, sino que el registro que Bomberos lleva sobre estos mejoró a partir de 2009.
5,978 ha2006
4,035 ha2007
688 ha2008
5,041 ha2009
3,384 ha2010
2,231 ha2011
3,907 ha2012
9,566 ha2013
3,091 ha2014
8,976 ha2015
4,783 ha2016
9,816 ha2017
El mapa de los incendios forestales en El Salvador
Los incendios consumen miles de hectáreas cada año en El Salvador. Este mapa te permite filtrar los incendios por año, por número de hectáreas quemadas y por departamento.
El bosque que arde cada año
Cada año miles de hectáreas del parque Walter Thilo Deininger son consumidas por incendios provocados por cazadores o personas que quieren extraer madera. Aunque esta no un área natural protegida, el Ministerio de Medio Ambiente la incluye en su inventario de incendios forestales debido a la gran cantidad de bosque y vida silvestre afectada.
Por Karla Arévalo
Una noche de 2015, Javier Huezo dijo “tengo suerte de ser un vago” y así fue. De no ser porque esa noche regresaba de una fiesta, el bosque Walter Thilo Deininger se habría quemado. Cuando el joven guardarrecursos vio asomar humo de entre los árboles corrió a avisarle a sus compañeros. No era la primera vez que el bosque se quemaba ni la primera vez que intentaban apagarlo con lo que tuvieran a la mano. No hay año en que no se queme el bosque. En la época seca, entre enero y abril, es más vulnerable a convertirse en hoguera.
Luego de siete años como guardarrecursos, Javier ve como normal apagar una llamarada. Aunque, han habido ocasiones en las que reconoce que los ocho guardarrecursos no bastan para apagar incendios en un bosque con un tamaño similar al de 700 canchas de fútbol.
Néstor Herrera busca rastrojos y ceniza que evidencien el último gran incendio en el Deininger. El biólogo coincide con Javier en que estos incendios son provocados para robar madera, cazar venados y tepezcuintles y, por descuido de los agricultores que queman su parcela y el fuego termina en el parque. El año pasado hubo un incendio que lo devoró casi en su totalidad; helicópteros de la Fuerza Aérea, miembros de la Cruz Roja y unas 50 personas intentaron apagar el fuego. Luego, el Cuerpo de Bomberos comprobó que el incendio había sido provocado. Es arduo para ocho guardarrecursos monitorizar las 732 hectáreas que tiene el bosque. No tienen armas ni radios de comunicación ni binoculares.
Para que un bosque se recupere debe pasar una década. El incendio de 2017 casi acabó con el bosque y debieron pasar dos meses para que Protección Civil emitiera alerta amarilla en La Libertad y en San Vicente por la alta probabilidad de incendios forestales y de maleza debido a la época seca. Nueve de cada diez incendios se originan en esos dos departamentos. En enero se quemaron más de 600 hectáreas del bosque, en marzo, el incendio en una hacienda cercana quemó nuevamente el Walter Thilo Deininger y dejó unas 1,400 hectáreas de flora y fauna convertidas en cenizas dentro y en los alrededores del parque.
En el cerro El Licencial, cerca de la frontera con Honduras, en Llano de la Virgen, Chalatenango, se quemaron 698 hectáreas. Otro incendio, en el caserío Monchito en San Vicente, acabó con 559 hectáreas de flora y fauna. La Policía, los habitantes y los trabajadores de la alcaldía se unieron para apagar el fuego. En marzo es cuando más sufren los bosques en El Salvador.
Apagar un incendio en el bosque Walter Thilo Deininger empieza desde que el vigilante de la torre de control observa la humareda; este deja una llamada perdida al guardarrecursos y Javier o algún otro guardarrecursos, si tiene saldo, avisa a los demás. Los ocho guardarrecursos que tienen turno en el parque corren a la zona si se encuentra a su alcance; si el incendio está a varios kilómetros lejos, llaman a los bomberos.
En marzo de 2017, el incendio en una hacienda cercana quemó el Walter Thilo Deininger y dejó unas 1,400 hectáreas de flora y fauna convertidas en cenizas dentro y alrededor del parque.
El incendio del año pasado casi acaba con las especies de árboles y animales que hay en el parque; consumió más de la mitad del terreno e incluso terrenos cercanos. Edwin Rosales, quien vive en la comunidad al lado del parque, ha visto al Walter Thilo Deininger incendiarse, pero confiesa que él y sus vecinos, solo ayudan cuando tienen miedo de ser afectados: “La verdad es que, si no nos afecta los cultivos o las champitas, no nos metemos”.
Javier sostiene que el bosque, si no es quemado por tráfico de madera o caza, es quemado por odio: “Cuando los descubrimos queriendo cortar árboles o cazar animales y les quitamos el hacha o el arma con la que querían hacerlo se enojan contra nosotros y después vienen a quemar el parque. Lo hacen por venganza y porque no quieren este lugar”.
Los troncos consumidos por el fuego, los árboles caídos y parte del suelo cubierta de ceniza dan muestra del daño. El biólogo Herrera considera que “el primer daño es quemar todo. Lo segundo, es que debilita los árboles y aquellos que no son fuertes, porque tienen alguna enfermedad, son más proclives a morir. Además, la recurrencia de los incendios los pone en peor condición”.
Los guardarrecursos aprecian las áreas del parque que no se han quemado; prefieren cuidar lo que aún sigue intacto, que vigilar las áreas desérticas del bosque. Al parque Walter Thilo Deininger puede entrar cualquiera. En las orillas del parque hay varias comunidades a las que no se les impide, ni con cerco ni con muros, ingresar al parque. Esas áreas parecen abandonadas y el bosque es vulnerable a que cualquier habitante se meta por cualquier lugar que no sea la entrada.
Es enero y el suelo aún está húmedo. Las hojas de los árboles forman una galera que da sombra y evita que el suelo se evapore. El parque Walter Thilo Deininger es un tesoro natural. Tiene tres tipos de bosque, es bosque de galería, porque tiene especies a la orilla de un río; es secundario porque al ser talado, en diez o veinte años, nace otro bosque y es caducifolio porque su hoja cae y retoña, y ese follaje mantiene las especies siempre.
En el parque hay cedros de más de cien años y de unos 25 metros de altura. En la Cueva del Cura hay incontables semillas de jocotes devoradas por los murciélagos. Las cotuzas cruzan los senderos sin temor. Los insectos son agresivos, destruyeron dos tarimas para acampar. Los árboles, en especial los Voladores, saben que en un bosque la competencia es dura y deben luchar para alcanzar el sol. Néstor considera que hay muchas especies que “están adaptándose y luchando por encontrar su espacio en un bosque tan rico como el Deininger”.
Solo en el cerro El Candelero (Dulce Nombre de María, Chalatenango) han ocurrido cuatro incendios a lo largo de 12 años. El último fue atendido el 8 de marzo de 2015 y consumió mil hectáreas de pinos, árboles de roble y cafetales, señaló el registro de Bomberos.
Desde 1986, el bosque se ha incendiado unas 50 veces. Ese año pasaron ocho días y el bosque seguía en llamas. Dos años después otro incendio devoró tres cuartas partes. El Deininger no ha tenido oportunidad de recuperarse cuando otro incendio vuelve a consumirlo.
Juan Miguel Juárez, jefe de la Unidad de Medioambiente de la Fiscalía, dice que de los incendios en el bosque solo un caso ha sido llevado a los tribunales. En 2015 el bosque se incendió debido a que personas que se dedicaban a la venta de cobre y llantas quemaron algunas llantas y el fuego se pasó al parque. ¿El castigo?: “Les pusieron responsabilidad de trabajo en la zona y el compromiso de quitar esa actividad”. Para Néstor Herrera los fiscales necesitan mayor preparación para individualizar delitos medioambientales. “Yo maté al animal, el perito evaluó que la sangre era mía, el arma era mía, pero las evidencias no son suficientes; sí se encontró el arma, pero no es seguro que quien disparó fui yo. El sistema judicial está supeditado a lo que dicen los testigos”.
La Ley de Áreas Naturales Protegidas en el artículo 70 faculta a los guardarrecursos a portar armas. Los guardarrecursos del bosque Deininger no andan armados, no tienen binoculares ni radios de comunicación. El parque es administrado por el Instituto Salvadoreño de Turismo (ISTU), para el cual lo principal es que turistas y extranjeros visiten el parque. Lo han logrado. En todo 2010, 3 mil turistas visitaron el parque. Para 2015, en el parque se construyó un circuito con 22 obstáculos de juego extremo que atrajo 18 mil turistas, cinco veces más que en 2010, el proyecto costó más de tres millones de dólares.
Al terminar 2017, casi 40 mil turistas visitaron el parque; esos números son un alivio para el ISTU pues, aunque el Deininger no atrae el medio millón de turistas que atrae el Cerro Verde cada año, los visitantes han incrementado. No es para más, las únicas diez inversiones que el ISTU ha hecho desde el 2012, en el parque, han sido enfocadas a atraer turistas y a contratar empresas supervisoras de los proyectos del nuevo parque de aventura. El biólogo opina que esas son metas institucionales: “Los animales no me importan, ¿sabe por qué? porque cuando venimos aquí los perturbamos. El parque lo donó el señor Walter Deininger para que se conservara y la visión del ISTU riñe con eso. ¿Por qué si se quema todos los años no tienen planes o agua en lugares estratégicos? Porque mi visión como ISTU es otra, por más que quieran promover la aventura este parque no está hecho para eso”.
Los cazadores hurgan el parque, cazan a los venados y los destazan en el lugar. A veces hasta dejan el cuero, no les sirve de mucho porque deben curtirse. La carne de un venado equivale a 100 dólares aproximadamente. Si la idea es robar miel, atizan fuego en las colmenas para que las abejas se confundan y no reconozcan señales. Eso provoca los incendios. Néstor considera que los pocos animales que logran escapar mueren a los cuatro o cinco días: “Es un golpe que los hace buscar un lugar desconocido para poder comer y refugiarse. No pueden regresar al lugar donde vivían”.
Caminamos cinco kilómetros y pegado al parque hay un cañal que a nadie le incomoda. En ese lado del parque los árboles no hacen sombra pues son solo ramas secas, sin fruto y sin hojas. Parecen quemados, pero no, son árboles caducifolios, las vainas son verdes y están más vivas que nunca.
La Ley de Áreas Naturales Protegidas en el artículo 70 faculta a los guardarrecursos a portar armas. Los guardarrecursos del bosque Deininger no andan armados, no tienen binoculares ni radios de comunicación.
En el cerro El Licencial, cerca de la frontera con Honduras, en Llano de la Virgen, Chalatenango, se quemaron 698 hectáreas. Otro incendio, en el caserío Monchito en San Vicente, acabó con 559 hectáreas de flora y fauna. La Policía, los habitantes y los trabajadores de la alcaldía se unieron para apagar el fuego. En marzo es cuando más sufren los bosques en El Salvador.
Apagar un incendio en el bosque Walter Thilo Deininger empieza desde que el vigilante de la torre de control observa la humareda; este deja una llamada perdida al guardarrecursos y Javier o algún otro guardarrecursos, si tiene saldo, avisa a los demás. Los ocho guardarrecursos que tienen turno en el parque corren a la zona si se encuentra a su alcance; si el incendio está a varios kilómetros lejos, llaman a los bomberos.
El incendio del año pasado casi acaba con las especies de árboles y animales que hay en el parque; consumió más de la mitad del terreno e incluso terrenos cercanos. Edwin Rosales, quien vive en la comunidad al lado del parque, ha visto al Walter Thilo Deininger incendiarse, pero confiesa que él y sus vecinos, solo ayudan cuando tienen miedo de ser afectados: “La verdad es que, si no nos afecta los cultivos o las champitas, no nos metemos”.
Javier sostiene que el bosque, si no es quemado por tráfico de madera o caza, es quemado por odio: “Cuando los descubrimos queriendo cortar árboles o cazar animales y les quitamos el hacha o el arma con la que querían hacerlo se enojan contra nosotros y después vienen a quemar el parque. Lo hacen por venganza y porque no quieren este lugar”.
El parque Walter Thilo Deininger es rico en tipos de bosques; este es uno de ellos, un bosque seco que no ha sufrido incendio alguno aunque lo parezca.
Los troncos consumidos por el fuego, los árboles caídos y parte del suelo cubierta de ceniza dan muestra del daño. El biólogo Herrera considera que “el primer daño es quemar todo. Lo segundo, es que debilita los árboles y aquellos que no son fuertes, porque tienen alguna enfermedad, son más proclives a morir. Además, la recurrencia de los incendios los pone en peor condición”.
Los guardarrecursos aprecian las áreas del parque que no se han quemado; prefieren cuidar lo que aún sigue intacto, que vigilar las áreas desérticas del bosque. Al parque Walter Thilo Deininger puede entrar cualquiera. En las orillas del parque hay varias comunidades a las que no se les impide, ni con cerco ni con muros, ingresar al parque. Esas áreas parecen abandonadas y el bosque es vulnerable a que cualquier habitante se meta por cualquier lugar que no sea la entrada.
Es enero y el suelo aún está húmedo. Las hojas de los árboles forman una galera que da sombra y evita que el suelo se evapore. El parque Walter Thilo Deininger es un tesoro natural. Tiene tres tipos de bosque, es bosque de galería, porque tiene especies a la orilla de un río; es secundario porque al ser talado, en diez o veinte años, nace otro bosque y es caducifolio porque su hoja cae y retoña, y ese follaje mantiene las especies siempre. En el parque hay cedros de más de cien años y de unos 25 metros de altura. En la Cueva del Cura hay incontables semillas de jocotes devoradas por los murciélagos. Las cotuzas cruzan los senderos sin temor. Los insectos son agresivos, destruyeron dos tarimas para acampar. Los árboles, en especial los Voladores, saben que en un bosque la competencia es dura y deben luchar para alcanzar el sol. Néstor considera que hay muchas especies que “están adaptándose y luchando por encontrar su espacio en un bosque tan rico como el Deininger”.
Desde 1986, el bosque se ha incendiado unas 50 veces. Ese año pasaron ocho días y el bosque seguía en llamas. Dos años después otro incendio devoró tres cuartas partes. El Deininger no ha tenido oportunidad de recuperarse cuando otro incendio vuelve a consumirlo.
Juan Miguel Juárez, jefe de la Unidad de Medioambiente de la Fiscalía, dice que de los incendios en el bosque solo un caso ha sido llevado a los tribunales. En 2015 el bosque se incendió debido a que personas que se dedicaban a la venta de cobre y llantas quemaron algunas llantas y el fuego se pasó al parque. ¿El castigo?: “Les pusieron responsabilidad de trabajo en la zona y el compromiso de quitar esa actividad”. Para Néstor Herrera los fiscales necesitan mayor preparación para individualizar delitos medioambientales. “Yo maté al animal, el perito evaluó que la sangre era mía, el arma era mía, pero las evidencias no son suficientes; sí se encontró el arma, pero no es seguro que quien disparó fui yo. El sistema judicial está supeditado a lo que dicen los testigos”.
La Ley de Áreas Naturales Protegidas en el artículo 70 faculta a los guardarrecursos a portar armas. Los guardarrecursos del bosque Deininger no andan armados, no tienen binoculares ni radios de comunicación. El parque es administrado por el Instituto Salvadoreño de Turismo (ISTU), para el cual lo principal es que turistas y extranjeros visiten el parque. Lo han logrado. En todo 2010, 3 mil turistas visitaron el parque. Para 2015, en el parque se construyó un circuito con 22 obstáculos de juego extremo que atrajo 18 mil turistas, cinco veces más que en 2010, el proyecto costó más de tres millones de dólares. Al terminar 2017, casi 40 mil turistas visitaron el parque; esos números son un alivio para el ISTU pues, aunque el Deininger no atrae el medio millón de turistas que atrae el Cerro Verde cada año, los visitantes han incrementado. No es para más, las únicas diez inversiones que el ISTU ha hecho desde el 2012, en el parque, han sido enfocadas a atraer turistas y a contratar empresas supervisoras de los proyectos del nuevo parque de aventura. El biólogo opina que esas son metas institucionales: “Los animales no me importan, ¿sabe por qué? porque cuando venimos aquí los perturbamos. El parque lo donó el señor Walter Deininger para que se conservara y la visión del ISTU riñe con eso. ¿Por qué si se quema todos los años no tienen planes o agua en lugares estratégicos? Porque mi visión como ISTU es otra, por más que quieran promover la aventura este parque no está hecho para eso”.
El biólogo Néstor Herrera explica cómo los animales luchan por escapar de un incendio en el parque Thilo Deininger.
Los cazadores hurgan el parque, cazan a los venados y los destazan en el lugar. A veces hasta dejan el cuero, no les sirve de mucho porque deben curtirse. La carne de un venado equivale a 100 dólares aproximadamente. Si la idea es robar miel, atizan fuego en las colmenas para que las abejas se confundan y no reconozcan señales. Eso provoca los incendios. Néstor considera que los pocos animales que logran escapar mueren a los cuatro o cinco días: “Es un golpe que los hace buscar un lugar desconocido para poder comer y refugiarse. No pueden regresar al lugar donde vivían”.
Caminamos cinco kilómetros y pegado al parque hay un cañal que a nadie le incomoda. En ese lado del parque los árboles no hacen sombra pues son solo ramas secas, sin fruto y sin hojas. Parecen quemados, pero no, son árboles caducifolios, las vainas son verdes y están más vivas que nunca.
Los incendios en el parque Walter Thilo Deininger ocurren mayormente en el bosque seco, el cual está más alejado de la mira de los guardarrecursos. Esto es lo que quedó de un árbol consumido por el fuego.
El Salvador en llamas
La Unidad de Datos de El Diario de Hoy ofrece a sus usuarios un especial sobre los incendios forestales ocurrido entre 2006 y 2017, doce años de incendios cuyo efecto sobre la calidad del aire, el medioambiente y la vida silvestre del país no debería pasar desapercibido en un país tan pequeño como El Salvador.
Líneas abajo puede descargar las bases de datos con las que se hizo este especial. Las compartimos esperando que las personas interesadas las analicen, hagan sus propios descubrimientos y, si lo consideran pertinente, los comuniquen.
Periodistas: Karla Arévalo, Liseth Alas Fotografía: René Estrada, Gerson Sánchez, Karla Arévalo Video: Óscar Portillo Diseño: Vladimir Bonilla, Mario Surio, Alejandro Ibarra Limpieza y análisis de datos: Erick Palacios, Liseth Alas, Carlos Palomo Coordinación y edición: Lilian Martínez
La información con la que se elaboró este especial, sus gráficos y mapas, proviene de bases de datos proporcionadas por el Cuerpo de Bomberos y el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Focus Data es la marca con la que la Unidad de Datos de El Diario de Hoy publica reportajes especiales con storytelling y visualizaciones de datos sobre temas de interés público para los salvadoreños en El Salvador y el resto del mundo.
Le invitamos a visitar y a compartir los reportajes que hemos publicado desde septiembre de 2016 hasta la actualidad. En cada uno es posible bajar las bases de datos en las que se basan nuestros trabajos, para que usted puede hacer sus propios análisis.